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Alimentación infantil: cómo regatear a la industria malsana

Pocos momentos hay en la vida como cuando somos padres o somos responsables de una criaturita recién nacida y nos preguntamos, con especial interés, cuáles son las recomendaciones saludables en materia de alimentación. Es algo lógico, está en nuestra naturaleza y, desde una perspectiva absolutamente personal, os puedo confirmar esta particularidad en base al importante número de parejas que acudían a mi consulta en esta situación. El motor es nuestro instinto de protección. Pero hay un problema...

La industria de los ultraprocesados también lo sabe

Pues sí, esa industria de productos ultraprocesados (y malsanos) sabe perfectamente de nuestra especial situación de preocupación por estas cuestiones y ya desde el más absoluto principio va a pulsar, con su publicidad, las teclas de la salud de nuestros bebés e hijos -sí, ya desde bebés- para vendernos sus productos y fidelizarnos a sus marcas.

“Tu primer... lo que sea” (yogur, galleta, zumito, cereales, etcétera) son esa clase de productos que se promueven para bebés (insisto, bebés) a partir de los cuatro meses. No caigáis. No caigáis. Por muy bien anunciados que estén, que lo estarán. En eso son unos artistas. Hay un chiste que lo pone de relieve de forma muy eficiente. Dice así.

  • En un avión viajan como pasajeros “tu primer yogur”, “tu primera galleta” y “tu primer potito”... y el avión se estrella: ¿sabes quien se salva?
  • La Salud Pública, se salva la Salud Pública.

Lo que un bebé necesita es por encima de todas las cosas, tal y como lo promueve la Organización Mundial de la Salud, es la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad...

¿Y a partir de entonces?

A partir de entonces comienza la “alimentación complementaria”. ¿Por qué se le llama “complementaria”? Pues se le llama así, “complementaria”, porque complementa lo que sigue siendo todavía principal, pero ya no es exclusivo: la lactancia.

Este tema suele ser un quebradero de cabeza para muchos padres, pero en este terreno más que preocuparse por el qué dar a los bebés (o a los niños en edad pediátrica) lo importante es que los padres se preocupen por lo que comen ellos. Es decir, la alimentación complementaria de los que siguen siendo bebés, o la alimentación a secas de los que ya son niños, ha de basarse en la alimentación de los padres. Siempre y cuando, claro que esa alimentación de los progenitores sea acertada. Basada en alimentos frescos, de temporada, con una importante presencia de alimentos de origen vegetal y con una baja presencia de alimentos ultra procesados. Una buena forma de llevarlo a cabo es la técnica conocida como Baby-led-weaning, o destete guiado por el bebé. Pero eso será motivo para otro post.

Dicho en breve: si tú comes bien, ellos comen bien

Así que antes de preguntarnos qué podrían comer nuestros hijos, miremos a nuestro ombligo y preguntémonos si nosotros mismos cumplimos con las más elementales normas a la hora de planificar nuestros menús.

Muy probablemente la medida para valorar la calidad dietética de nuestros hijos somos nosotros mismos. Porque somos su ejemplo.

Sé que es difícil o, al menos, que no es fácil. Lo reconozco. El caso es que la industria de lo peor va a poner en marcha todos sus recursos para convencernos contra toda lógica que sus productos son una opción válida. Y encima usan la salud como punto de palanca. Es un poco el mundo al revés.

No negar, no ofrecer

El mundo es complicado, y las cuestiones relativas a las elecciones dietéticas son un ejemplo perfecto. En este terreno, los cumpleaños de nuestros hijos, otros familiares menos concienciados con estas cuestiones y, en general, buena parte del entorno, va a confabular para que nuestros hijos caigan (nunca de forma malintencionada) en las garras de los ultraprocesados.

Por eso, en esos casos, conviene hacer caso de la recomendación de Julio Basulto relativa a que no seamos nosotros los promotores de poner esos productos en manos de nuestros hijos, pero que al mismo tiempo tampoco pongamos el grito en el cielo cuando eso suceda por que los abuelos, los amiguitos... o las circunstancias lo propicien.

Nadie ha dicho que esto fuera a ser fácil, pero conviene que estemos informados para estar prevenidos y obrar en consecuencia.

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