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El ayuno intermitente y la tontería incesante

El asunto ya ha alcanzado el estatus de ‘trending topic’ que se dice ahora. Hasta es habitual encontrárselo con una “almohadilla” delante y decir que hemos incluido un ‘hashtag’ (o etiqueta) a la hora de referirnos a él en las redes sociales. Decimos pues #AyunoIntermitente o #IntermitentFasting, que es lo mismo que lo anterior, pero dicho en inglés, para cuando queremos tirarnos el pisto de estar a la última.

No sé si sabréis, pero muchos nutricionistas ya eran veganos antes de que el sunami verde nos inundara, y muchos otros como yo, practicamos desde adolescentes el susodicho #AyunoIntermitente, salvo que antes no le habíamos puesto aun la etiqueta. En realidad, no es que “practicáramos” el Ayuno Intermitente, lo que sucedía es que no nos gustaba desayunar (y a mí me sigue sin gustar/apetecer). Lo que no nos entraba era el realizar esa ingesta mañanera que todo el mundo llama desayuno. Tenéis que saber, por cierto, que se des-ayuna a cualquier hora que sea que coincida en “romper” un cierto periodo de ayuno. Así que si tu primer bocado del día lo realizas a las 14:00 horas y este consiste en judías verdes con tomate y gallo al horno, este será tu desayuno (que por cierto tiene un mucho mejor perfil nutricional que los desayunos al uso).


Cosas que has de saber sobre el ayuno intermitente

Voy a ser sintético con el fin de que haya la menor posibilidad de que se malinterpreten mis mensajes:

  • Se ha escrito mucho últimamente y se va seguir escribiendo mucho más sobre el ayuno intermitente. ¿Y sabes por qué? Porque antes que cualquier cosa es una moda, y es lo que tienen las modas, que su recurrencia es alta mientras están vigentes.
  • Cuando digo que se ha escrito mucho, me refiero tanto a artículos en medios generalistas como a aquellos trabajos que conforman la conocida como literatura científica. Tanto que, en los últimos 5 años el número de publicaciones científicas que incluían este concepto se ha disparado de forma importante. Para que te hagas una idea la Base de Datos de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos (“PubMed” para los amigos) recogió 7.231 nuevos trabajos científicos en 2020 con este término (frente a los 1.400 de 1.990).
  • A pesar de estas cifras tampoco es que sea una estrategia dietética especialmente novedosa. De hecho casi todas las religiones monoteístas abordan de una forma u otra periodos de ayuno a lo largo del año.
  • Sin embargo, es ahora más que nunca cuando se le traslada a esta estrategia una serie de beneficios sobre la salud que la han aupado a los cielos del éxito dietético popular.
  • Una de las características negativas más preclaras de nuestro actual escenario alimentario es la “sobrealimentación”. Parece bastante lógico pensar que volver a poner en práctica los ritmos dietéticos que en cierta medida seguían nuestros antepasados (y no hace tanto) nos pondrá en la misma situación metabólica que ellos. Y sin las enfermedades carenciales que ellos sufrían, principalmente por la falta de alimento.
  • Así, y antes de nada, la preocupación por el “cuándo” comer debería tener una consideración relativa en función de que hayamos resuelto ante “el qué” comer. Si la característica de una determinadas persona es “estar en un pienso” a base de bollería industrial y lingotazos de whisky (sí, sé que el ejemplo es extremo, pero prefiero dejar las cosas claras) el pensar en el “ayuno intermitente” como solución es como preocuparse por el color de los calcetines que llevas mientras te caes por un precipicio.
  • Vas a encontrar muchos artículos “periodísticos”, así como muchas opiniones de gurús en redes sociales que te van a hablar maravillas del ayuno intermitente. Que si es la solución definitiva para el sobrepeso, que si vas a evitar o curar determinadas enfermedades metabólicas, etcétera. Pero...
  • La realidad nos dice que de tales “seguridades” nada de nada. Primero que no es para todo el mundo. Segundo que algunas personas se pueden adaptar a esta estrategia sin problemas (como un servidor que la ha hecho desde tiempo inmemorial, y la hace, sin proponérselo). Tercero, que para otras personas puede ser una auténtica tortura y sería más conveniente articular planes dietéticos que incluyan más comidas al día. Por ejemplo, de tres en adelante. Cuarto, que incluso puede ser peligrosa y contraproducente en determinados colectivos como es el caso de mujeres embarazadas, determinados pacientes con diabetes, etcétera y quinto...
  • Que antes que una estrategia de quita y pon, eso que ahora se llama ayuna intermitente, es la forma como algunos se relacionan motu proprio con la comida: comen cuando quieren (haciendo elecciones saludables) y sobre todo no comen movidos por los convencionalismos de que “hay que desayunar” o “es que ya es hora de comer o de cenar”.


No he querido entrar en “la ciencia” de asunto, que como sabes existe a tenor de este importante cuerpo de literatura científica que se ha publicado sobre el asunto. He preferido centrarme en cuestiones previas, más racionales, más “humanas” si se prefiere. No obstante, tanto un servidor como otros compañeros han plasmado su opinión al respecto de “lo que dice la ciencia” al respecto. Y por tanto no quiero despedirme sin hacer mención a esos artículos por si quieres ampliar la información:

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