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Guía para descubrir si hay algo en lo que comes que te sienta mal

No es que seamos por naturaleza hipocondriacos (o quizá un poco sí) pero el caso es que cada vez más crece el número de inputs al respecto del impacto de lo que comemos en nuestro bienestar. Al mismo tiempo, también cada vez es más fácil acceder a pruebas diagnósticas que ratifiquen, o disipen, una posible dolencia relacionada con lo que comemos.

Así, es verdad, cada vez conocemos más casos de personas que son intolerantes a esto o aquello o que son alérgicas a distintos alimentos. No es que la naturaleza humana se vaya debilitando, es que cada vez sabemos más, nos preocupamos más y las consultas para conocer si tenemos o no alguna alergia o intolerancia son más accesibles.

Veamos de forma sucinta cuáles son los procesos por los que un alimento nos puede sentar mal y cuáles debieran ser los pasos a seguir en cada caso.

Hay tres causas generales por las que te puede sentar mal lo que comes

Tal y como puedes ver en el esquema inferior, en esencia, hay tres grandes causas por las que alguien le puede sentar mal lo que come. Por tanto, son tres las posibles vías de las “reacciones adversas a los alimentos”

  • Reacciones tóxicas, es decir, que lo que comamos tenga un elemento tóxico que afectará a cualquier persona que lo consuma. Es decir, todas las personas, con independencia de su naturaleza y predisposición genética, se intoxicarán de forma más o menos grave (dependerá de la naturaleza del tóxico y de su cantidad) si consumen un alimento que contiene ciertas toxinas. Ejemplos clásicos serían: el consumo de setas venenosas (muscimol y muscarina), biotoxinas marinas (como la tetradotoxina, típica en el consumo de pez globo preparado de forma incorrecta), las micotoxinas (por ejemplo, las aflatoxinas que, formadas por ciertos hongos, pueden afectar con cierta frecuencia semillas, legumbres y frutos secos), glucósidos cianogénicos (susceptibles de estar presentes en la yuca, sorgo, frutas de hueso, raíces de bambú y almendras), etcétera.

La pauta de actuación ante una posible intoxicación de este tipo es acudir cuanto antes a los servicios de urgencias sanitarias y, si es posible, con una muestra de la comida que se sospecha esté detrás de la intoxicación.

  • Reacciones de alergia: Estas afectan solo a personas predispuestas e implican la participación del sistema inmune que reacciona de forma “exagerada” ante lo que considera un elemento extraño (en la inmensa mayoría de los casos una proteína presente en el alimento en cuestión). Es importante destacar que las reacciones alérgicas, a diferencia de las anteriores, las tóxicas, afectan a personas concretas pero no a la mayor parte de la población. En este sentido, tenemos personas que pueden ser alérgicas a determinadas frutas, determinados frutos secos, algunos cereales y legumbres, huevo, proteínas de la leche, pescado, etcétera. El resultado de una respuesta alérgica puede ser muy variable, desde una pequeña reacción y malestar a un shock anafiláctico que puede llegar a comprometer la vida. 

Cuando una persona sospecha que es posible que tenga una alergia inicialmente leve a un determinado alimento debería ponerse en contacto con un profesional de la medicina para salir de dudas (habitualmente con un test prick) y en caso positivo determine el elemento que causante de la alergia y pueda establecer posibles alergias cruzadas (a otros elementos distintos del que originaron la consulta). Para los casos graves, de shock anafiláctico, los afectados deberían portar consigo kits de emergencia a base de adrenalina o epinefrina. El shock anafiláctico es una emergencia médica y es importante que los profesionales médicos identifiquen rápido a este tipo de pacientes, para iniciar el tratamiento de forma eficaz.

  • Reacciones de intolerancia: Al igual que las anteriores se trata de una reacción que presentan personas susceptibles, no afectan a la población general. Se trata, de forma genérica, de todas aquellas reacciones adversas en cuyo desarrollo no existe, o bien no se ha demostrado, ningún mecanismo de origen inmunológico. En general, aunque con excepciones, las intolerancias alimentarias no son graves. Para salir de dudas al respecto de su diagnóstico el profesional médico establecerá aquellas pruebas que considere oportuno y que cuenten con suficiente evidencia clínica. Entre ellas, y dependiendo de la sospecha de la intolerancia concreta, figuran: técnicas de imagen, (por ejemplo, endoscopia), pruebas histológicas (del epitelio intestinal, evaluación de heces) o pruebas de medición en aire expirado (para la determinar el exceso de procesos fermentativos en el tracto gastrointestinal).

En cualquier caso, merece la pena destacar que, en la actualidad, bien a pie de calle (peluquerías, gimnasios… o incluso en ciertos centros sanitarios privados) se suelen proponer ciertas pruebas “masivas” para la supuesta determinación de intolerancias alimentarias a un amplio número de alimentos. Estas pruebas (con una muestra de sangre, de pelo o mediante el uso de pseudociencias como la “biorresonancia”) carecen de cualquier respaldo científico y son, hablando pronto y claro, un sacacuartos.

Ni que decir tiene que los afectados con alergias e intolerancias adecuadamente diagnosticados han de estar muy atentos a la lista de ingredientes de los alimentos para identificar la presencia de aquellos que les pueden causar problemas. Existe una lista de 14 alérgenos y alimentos de declaración obligatoria que figurará de forma destacada (normalmente en negrita) en la lista de ingredientes

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